Si hay algo que gusta a los politicastros es la palabra o la idea de una “crisis”, ya que esa es la clave secreta que invoca a los Chapulines gubernamentales. Debemos tener presente que la máxima para todo mal político es, “jamás dejes pasar las oportunidades de una buena crisis”; o… ‘si no hay “crisis,” se inventa. Es así, ya que en un mundo sin crisis no existirían los políticos y menos los politicastros. Dicho eso, ¿qué se entiende o qué supone ser una crisis económica?
Precisamente ayer, en el diario La Prensa, un economista se hace y contesta la incógnita de si en Panamá estamos en crisis económica. Y de salida el buen economista nos advierte que “está vedado por ética, emitir opciones sobre disciplinas ajenas a la nuestra”. Si ello es así, entonces voy a violar dicha ética; pues creo que sería terrible si dejamos a los economistas las discusiones económicas; pues ellos son los que más las han enredado; particularmente aquellos que se venden al mejor postor del gobierno de turno para santificar barbaridad como controles de precios, subsidios, planillas desbocadas y mucho más. A diferencia, los ingenuos legos en la materia solemos cometer la falta “ética” de advertir sus estupideces.
Nos cuenta el profesor Christopher Lingle, quien ha visitado en múltiples ocasiones a Panamá, en donde ha dado charlas en la materia, que el uso del termino “crisis” debería ser vedado en toda discusión económica seria. Pero, como también señala Lingle, esta es una tarea quijotesca, ya que el termino se ha vuelto vicio; utilizado hasta por la IMF y el resto de organismos internacionales. El problema con este término comodín es que dice todo y no dice nada. Es como decir que existe una crisis de salud en una persona que tuvo un síncope. ¡Ajá! ¿Y? Todos salen en pánico pidiendo la ambulancia gubernamental. Sin embargo, todos esos genios económicos gubernamentales no vieron venir el tsunami del 2007-2008. ¿Estaban distraídos o…?
Al pan, pan, y al vino, vino. Si en Panamá hemos entrado en un bajón económico, pues definámoslo correctamente; ¿o es que los economistas no pueden porque no saben? Si algo, las llamadas “crisis económicas” no son sino fenómenos producto del intervencionismo estatal castrante. Y, en todo caso, el término “crisis” es una muletilla de los socialistas para adelantar su teoría de que el capitalismo de libre mercado es inherentemente inestable. La politiquería es la que produce inestabilidad.
Si los mercados compuestos por una diversidad de actores independientes que jamás discuten entre sí cómo llevarán a cabo sus planes, ¿de dónde sacamos que la mayoría se equivocaría en sus estrategias económicas? Ello sólo ocurriría bajo sistemas muy distorsionados por el intervencionismo central, que impone toda clase de normas que no tienen mayor sentido. Y es aquí de dónde salen los problemas que predisponen los bajones en la actividad económica, ya que es típico que esas políticas normativas del sector económico respondan más a intereses clientelistas que a la realidad del mercado.
Así, veremos que las expansiones crediticias son la fuente primaria de inestabilidad económica. Y tengamos presente que existen muchas formas de intervención económica en los mercados, tal como el cacareo de un auge que no es tal sino el producto de un gobierno derramando inmensas cantidades de dinero confiscado, para redireccionarlo en malas inversiones, o peor, dar falsas señales. Y esas malas señales se convierten en malas inversiones. Igual, tirar grandes cantidades de liquidez en un mercado, es como regar combustible en un fuego.
La realidad económica es que los mercados emergentes están estabilizando las economías de los países. Y si hay problemas en países específicos, los mismos no son el producto del libre mercado, sino de mercados intervenidos. Tal es el caso de esas empresas gubernamentales que invaden el ámbito económico que corresponde al sector privado. ¿Acaso me van a decir que, si el sector privado no es capaz de satisfacer demandas, las empresas politiqueras sí serán capaces? La realidad es otra; y es que todas esas empresas centrales no son más que el producto del desordenado apetito de los politicastros y su clientes, que sólo pueden prosperar económicamente en ámbitos estancos como los legislativos.
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