Algo que caracteriza a los relativistas, esos que dicen ser progresivos, cuando en realidad son regresivos, es el apoderarse de lo que ellos llaman el “bien común” que, en realidad es fiel reflejo de su tergiversación del mundo; vale decir, que aquello que alegan ser bien común es más bien mal común; y paso a explayarme. Recién, el papa Francisco elogió a los gobiernos que decretaron claustros domiciliarios, aduciendo que con ello ponían en primera plana el “bienestar de su gente”. Me cuesta muchísimo creer que valiéndose de una pseudociencia para destruir economías y vidas se atiende el bienestar; pues, como bien señalara en su momento Frédéric Bastiat: Las leyes paren no sólo efectos inmediatos sino una multiplicidad de efectos posteriores; y ya veremos si esos claustros pseudocientíficos resultan en bienestar. ¿No fue Omar Torrijos quien habló de las luces cortas y las largas?; las primeras las tiene la mayoría, más no así las segundas.
Bastiat también abordó la relación entre la libertad y la fraternidad: “Me resulta imposible separar la palabra fraternidad de la palabra “voluntaria”; pues no entiendo cómo se puede hacer valer la fraternidad sin destruir la libertad. Y más aún, sin pisotear la justicia.
Cuando el político, desde su cómodo despacho, se ve enfrentado a las disparidades sociales y económicas, si es que no es politicastro, sentirá el deseo de corregir esa “injusticia”; pero, para ello debe antes preguntarse cómo fue que llegamos a tal situación. Debía ser obvio que la clase política no puede separarse de culpas y, desdichadamente, son demasiados los que eligen remedios por la vía del autoritarismo, la planificación y otras herramientas legales y politiqueras; con lo cual terminan perpetuando lo que pretenden corregir. ¿No sería mucho más conducente adoptar un sistema de real justicia que sea compatible con la responsabilidad de cada quien, sin la cual no hay camino de superación verdad?
Por más fuerza que pueda tener una ley, esta jamás podrá dar leche como si fuese ubre de vaca lechera. Quitando a unos por la vía coercitiva no ayuda a otros a ser productivos. Y ser productivo es el verdadero camino progresivo. Como suelo decir, los impuestos, en su justa medida, son buenos. Pero cuando el impuesto se usa para comprar votos, ello conduce a lo que se conoce como una dictadura de mayorías. Y esa clase de mayoría, la que no paga impuestos, tenderá a ser parasitaria; lo cual no guarda relación con un bien común.
Y vuelvo a citar en paráfrasis a Bastiat: La vida es nuestro el regalo creativo que incluye a todas las virtudes – la vida física, intelectual y moral. Pero el don de la vida va de la mano con la responsabilidad de desarrollarla y perfeccionarla. Para tal fin, también fuimos dotados de maravillosas facultades, que en medio de ilimitados recursos naturales debemos aprovechar sanamente. Si ello no podemos cumplir nuestro destino.
Nuestra vida y sus facultades requieren el don de la persona, de la libertad, de aquello que es propio de cada quien, pues sin ello dejamos de ser humanos. Artificiosos politicastros intentarán desviarnos del buen camino, pero los regalos del Creador siempre serán superiores; y después de las tempestades, el cielo amanecerá en claridad. Es así ya que no existe ley terrenal que supera a la ley de la misma Creación.
La vida, la libertad y la propiedad no existen en virtud de leyes nacidas en turbulentos laberintos legislativos. Al contrario, fueron la vida, la libertad y la propiedad las que dieron lugar a las leyes del hombre. Y cuando los hombres nos apartamos de la ley universal, no hay cabida para un “bien común”.
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