El mal nombrado movimiento progresivo, progresismo o “progre” surge a partir de personas que se rebelan contra la misma naturaleza creativa o Divina; naturaleza que, ante todo, respeta la libertad o albedrío humano propio de la auténtica subsidiaridad. Pero allí yace el problema, en que pocos entienden lo que es la “auténtica subsidiaridad”.
Subsidiario es enseñar a pescar y no a regalar pescado; o un tanto más profundo: es no hacer por una persona de jerarquía inferior lo que esta puede y debe hacer por cuenta propia so pena de ser anulada. También: deja que sean tus hijos quienes monten la bici.
En contraposición, el progresismo es la fatal y pérfida tendencia humana de controlar al prójimo como quien arrea un hato de ganado; lo cual vimos con vivida realidad y horror en las encerronas y las máscaras del COVID. ¡Lo peor!, fue dejamos arrear o que disfruten ser arreados y alimentados con paja. Imagínense que ni el propio Creador optó por negarnos el derecho de albedrío.
“Albedrío” viene del latín arbitrium, arbitrio o voluntad y autonomía o, ser árbitro de lo que es propio o propiedad nuestra. Es arrogancia fatal creer que unos tengan la capacidad o derecho de dictar a otros aquello que es propio del otro. Es el mal de nuestros politiqueros corruptos que no gobiernan sino dictan a partir de leyes prostituidas; ya sea porque creen que ellos saben mejor o peor, por razones de pillaje.
Es vital ver y entender que la riqueza y prosperidad humana está dispersa en cada ser humano que actúa en real libertad, sin vejar a otros. Hablo de: de la libertad de pensamiento y palabra, de la división del trabajo; del derecho al libre emprendimiento; del derecho de propiedad del fruto de nuestro trabajo; y del gobierno justo y limitado.
Los progres o el progresismo manipulan nuestros sentidos de muchas maneras; particularmente de los menos preparados, a los que les inculcan que el capitalismo es un fracaso, lo mismo que el laissez faire que es el dejar hacer. Una vez que la persona se traga ese cuento, viene la intervención fatal. Es el Chapulín Estado que viene al rescate de los ignorantes e incautos. Peor cuando vemos que los gobiernos crean MEDUCAs diseñados para domesticar a la población.
Tal vez una de las características más mórbidas del intervencionismo se ha visto a través del eugenismo, ese que promueve la reproducción entre los “más aptos” y la desalienta entre los “no aptos”. Lo vimos con claridad en la Alemania nazi y en Panamá también nos visitó y… quien no lo sepa que investigue.
En Panamá como en los EE.UU. y tantos otros lares, se ha dado el fenómeno de una coyunda infernal entre lo que Javier Milei llama “empresaurios” que están años de luz de los empresarios. El empresaurio hace alianza con los politicastros gubernamentales en la creación de normativas que les dan ventajas sobre sus competidores.
Un ejemplo patético, entre tantos que se dan hoy día en los EE.UU., es el de una normativa cada vez más compleja que deja por fuera al pequeño productor, favoreciendo al grandote que es amigote del legislador malhechor. O, tal vez el caso de la Minera con los politicastros del patio.
Lo que poco vemos es que la calidad y seguridad está mejor servida a través de una variedad de medios y no sólo los centralizados en la casa de los zorros.
En fin, nada es más productivo que la libre competencia en la cual todos actúan en la búsqueda de lo suyo que resulta ser lo de todos.
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