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El socialismo explota al trabajador

la libertad y el mandato

El meollo del argumento socio-marxista ha sido girado por personajes como Carl Marx en torno al valor del trabajo de los “trabajadores”, soslayando los derechos de propiedad. Semejante enfoque introduce una concepción ambigua al tema, con eso de “trabajadores”; que nos fuerza a definir quién es o no es “trabajador”. Tal vez un mejor término sería “obrero”; es decir, a quien se le encarga hacer una obra; lo cual, a su vez, suscita otra pregunta: ¿Acaso a quien se le da el encargo trabajar en una obra se convierte en el propietario de la obra? Particularmente cuando quien te encargó la obra te está pagando una cantidad mutuamente acordada por el encargo. De acuerdo con Marx, en semejante situación, en adelante, el llamado “trabajador” no sólo sale con un pago, sino que quien ideo el negocio y lo gestionó asumiendo los riesgos de la aventura, va perdiendo el dominio sobre su criatura con cada nuevo ayudante que emplea. Y, ¿qué del empresario que no contrata a nadie para su emprendimiento? ¿Este sí sería propietario?; es decir, un sistema que favorece la no contratación de “colaboradores”, lo cual cobra relevancia hoy más que nunca en la nueva era de la automatización y la IA.

Pero, poniendo a un lado el argumento de quién es el dueño de un negocio: el que lo ideó, capitaliza y monta, arriesga y luego administra, o los llamados trabajadores que el emprendedor contrata para el desempeño de trabajos específicos a fin de aumentar el rendimiento del negocio; o los socio-marxistas que alegan que el capitalista esclavista le roba al trabajador parte de su producción laboral. Y, ¡por supuesto! que semejante argumento es música para quienes no pasan mucho más allá de 2 + 2 = 4. Pero, en todo caso, aun cuando sea el mismo estado el dueño de las empresas, tal como el NODUCA, IDAAN o la ACP, ¿acaso no persiste el supuesto vicio de una explotación por el dueño estado?

Más allá, habrá que entrar a definir lo que es el lucro, ganancia o plusvalía, lo cual nos va sumergiendo en el pantano de lo gris en el claroscuro. Carl Marx propuso que el valor de una mercancía es el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Y ese “tiempo” requerido para producir algo, guarda relación con lo que el trabajador requiere para llevarse a casa y alimentar y mantener a su familia; lo cual, de salida, suscita la pregunta: ¿Y qué si el trabajador es soltero? ¿Ven por qué hablo de “relajo”? O de pronto es bígamo o trígamo; o es la abuela que mantiene a los hijos de sus seis hijas solteras.

La realidad del mundo es que el mismo no da cuartel, como bien lo vivían los humanos hace, digamos, 60,000 años, cuando el concepto de un “living wage” o salario de vida, sólo dependía de la habilidad de cada quien de recolectar frutos, raíces, hojas o batirse a palo contra las garras de una fiera. Lo que no realizan es que hoy las cosas no han cambiado. Hoy te mueres igual si no sabes y cuentas con las herramientas para la sobrevivencia; por más que tantos crean que un estado con gobierno benevolente puede confiscar a unos para luego partir y repartir. Ello es mucho más que ingenuo.

Compliquemos aún más el asunto con el caso de un vendedor de “raspao” que no trabajan para una empresa. ¿No sería estos odiosos y aprovechados capitalistas empresarios propietarios? ¿A estos no habría que pagarles una remuneración de vida? Es decir, ¿pagarles los suficiente para que pongan la paila en casa? Imagínense: Compras un “raspao” a uno que pasó todo el día sin vender nada. Llegas tú, le pides uno y mientras le metes la lengua al raspao, le preguntas: “¿Cuánto?” El hombre saca su calculadora y eventualmente dice: “Son $120.” Te atoras y feneces. Pero supongamos que sobrevives, y pides explicación del asunto. Bueno, es que como no he vendido nada y tengo que mantener a mis tres mujeres y 10 hijos, me tiene que pagar 15 por cada hora de trabajo, que son 8 para el día, y eso sale a los $120. La realidad es que cuando compro raspao no estoy pagando por mantener a nadie, sino por comerme un raspao; sea que el vendedor es asalariado o empresario informal. El negocio es asunto de oferta y demanda.

Pero si dejamos atrás al mundo de las fantasías socio-marxistas, veremos que sus sociedades terminan siendo una torcida imagen de como ellos ven al capitalismo; es decir, masas de trabajadores abusados bajo las botas de una minoría de élites, como un Chávez, Castro, Maduro y tal. O en el caso del NODUCA, terminas con edificios de supuesta enseñanza, vandalizados y un producto al que no le podemos llamar “educación”. Los gamonales socio-marxistas siempre exigirán el mayor rendimiento de sus súbditos al menor esfuerzo posible.

En el caso del NODUCA, por ejemplo, la suma que no se suma es la de un producto inferior que terminamos pagando a precio superior. Y es que en esos sistemas populistas clientelistas los políticos reparten todo el dinero en lo que no es y luego no tienen con que invertir en lo que sí es; tal como le ocurre a Venezuela con sus océanos de petróleo que no logran procesar.

A todo ello, los socio-comunistas de hoy no son los paisanos de la revolución bolchevique sino hijos de una clase media acostumbrada al servilismo estatal. O, tal vez son hijos de familias cuya visión de lo que es “progre” o progreso es la de una vida aristocrática a costillas del partido benevolente. En fin, los socio-marxistas modernos han sido paridos por supuestos capitalistas frustrados que no entienden de capitalismo.

Lo que poco entienden, tanto  esos “capitalistas” como socio-marxistas, es que lo más importante del proceso productivo viene a través de las ideas; y tomar en serio las propuestas de Marx es de necios. Y todo ello se complica aún más cuando se trata de productos de alto valor subjetivo que no requieren esfuerzo laboral; tal como un Rembrandt. ¿En dónde colocas el valor agregado?

About the author

John Bennett Novey

Piloto profesional. Trabajó en Aeronáutica Civil como Director de Flight Safety; fundador de la Escuela de Aeronáutica, donde se desempeñó como Director durante 5 años, así como instructor de teoría de la aerodinámica y la meteorología (un proyecto del PNUD y el Gobierno de Panamá). Luego, como Director General Adjunto de Aeronáutica Civil y finalmente como Director General en 2 ocasiones. Fundador del Servicio de Bomberos de Tocumen y Búsqueda y Rescate. También estudió la investigación de accidentes en la escuela NTSB y se desempeñó como investigador de accidentes de aviación durante muchos años.

Fue secretario de la junta directiva de George F. Novey, Inc. hasta 2007, cuando se vendió la cadena . También se desempeñó como presidente de Miami Window Corp., una planta de fabricación de ventanas.

Fue elegido para 2 períodos como Presidente de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresas, donde también sirvió en una multitud de comisiones, tales como transporte y libre empresa.

En 1990 fue galardonado con la medalla de logro de la Administración Federal de Aviación por sus servicios a la aviación internacional.

Socio fundador de Goethals Consulting Corp. y presidente honorario de ISA, Instituto de estudios para una Sociedad Abierta.

Columnista de los 2 principales periódicos de Panamá y columnista económico de la Agencia Internacional de Prensa Económica (AIPE). También escribió para varias otras revistas. Ponente en diversas universidades panameñas y organizaciones cívicas, y autor del libro Educación ¿gubernamental o particular? Además de un libro histórico pendiente 'El Verdugo de Panamá'

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