Para los colectivistas e interventores del Estado, el uso de la idea de emergencia nacional, se convierte en la narrativa oficial que abraza las pasiones humanas, refuerza la idea de un enemigo en común a batir, pero también y muy especialmente un modelo de Estado que atenta contra los derechos individuales, haciendo de la libertad, una palabra vacía, hueca de contenido. Como lo vemos crudamente expuesto ahora, no ya en gobiernos dictatoriales o comunistas declarados, sino en cualquier gobierno presumidamente democrático durante la oficialmente declarada pandemia del Covid 19.
En la “La Rebelión de Atlas” de Ayn Rand, libro escrito en 1957, la autora adelantaba lo antes señalado, poniendo en boca de uno de sus personajes, Wesley Mouch, caracterizado por ser un mediocre, lo siguiente: “He aquí la situación —dijo Wesley Mouch—. Las condiciones económicas del país eran mejores hace dos años que el pasado, y este último mejores que el presente. Es evidente que no podremos sobrevivir otro año siguiendo un descenso así. En consecuencia, nuestro último objetivo ha de basarse en resistir. Resistir con el fin de volver a nuestro ritmo anterior. Alcanzar la estabilidad total. La libertad ha tenido su momento, pero ha fracasado; en consecuencia, será preciso imponer controles más enérgicos. Teniendo en cuenta que la gente es incapaz, o no quiere solucionar sus problemas voluntariamente, hemos de obligarla a ello. “…Wesley Mouch arrojó una mirada a su hoja de papel y dijo en tono petulante:
—Si quiere que continúe, tendrá que declarar un estado de emergencia….
—La principal dificultad estriba en que no estoy seguro de si la ley nos garantiza realmente el poder para poner en vigor ciertas disposiciones de la directriz número 10- 289. Me temo mucho que queden sujetas a posible debate.
—¡Al diablo! Hemos aprobado tantas leyes de urgencia que, si escarba entre las mismas, encontrará seguramente alguna que le sirva. “…
La Directriz 10-289, que debe ser hoy mismo objeto de reflexión para comprender los peligros del pensamiento colectivista, era un claro atentado contra el individuo, al despersonalizarlo cuando lo despoja del producto de su esfuerzo y lo priva de sus virtudes, bajo la excusa estatal del estado de emergencia nacional.
“—En nombre de la riqueza general —leyó Wesley Mouch —y a fin de proteger la seguridad pública y conseguir una total igualdad y absoluta estabilidad, se decreta lo que sigue, para el período de duración del estado de urgencia nacional:
«Punto primero: Todos los trabajadores, asalariados y empleados de cualquier clase quedarán, a partir de ahora, sujetos a su tarea y no podrán abandonarla, ni ser despedidos, ni cambiar de empleo, bajo pena de prisión. Dicha pena quedará determinada por la Oficina de Unificación. Dicha oficina será nombrada por la Oficina de Planeo Económico y Recursos Nacionales. Toda persona que haya cumplido veintiún años deberá presentarse a la Oficina de Unificación, quien le asignará el lugar donde a su entender sus servicios sirvan mejor los intereses nacionales.
»Punto segundo: Todos los establecimientos industriales o comerciales, o los negocios de cualquier naturaleza, deberán, a partir de ahora, seguir funcionando y sus propietarios no se retirarán, ni abandonarán, ni cerrarán, venderán o transferirán sus negocios, bajo pena
de la nacionalización de sus industrias y de sus propiedades…»
Punto tercero: Todas las patentes y copyrights pertenecientes a aparatos, invenciones, fórmulas, procesos de trabajo y tareas de cualquier otra naturaleza, serán transferidos a la nación como entrega patriótica de urgencia, por medio de certificados de entrega que serán firmados voluntariamente por los propietarios de dichas patentes y copyrights. La Oficina de Unificación expenderá licencias para el uso de tales patentes y copyrights a quienes las soliciten, de manera igual y sin discriminación, con el fin de eliminar prácticas monopolísticas, desechar productos anticuados y poner los mejores al alcance de la nación. No se usarán marcas, sellos ni títulos protegidos por algún copyright. Todos los productos anteriormente patentados serán conocidos por un nuevo nombre y vendidos por todos los fabricantes bajo la misma denominación, designada por la Oficina de Unificación. Todas las marcas de fábrica particulares, sellos y emblemas quedarán abolidos.
»Punto cuarto: Ningún nuevo aparato, invento, producto o género de cualquier naturaleza que no se halle actualmente en el mercado, será producido, inventado, fabricado o vendido a partir de la fecha de esta directriz. Queda abolida la Oficina de Patentes y Copyrights.
»Punto quinto: Todo establecimiento, organización, corporación o persona dedicados a la producción de cualquier producto, deberá, a partir de ahora, producir anualmente la misma cantidad de géneros que durante el Año Básico; ni superior ni inferior. El año conocido como Básico o Patrón será el que finalice la fecha de esta directriz. El exceso o el defecto de producción serán objeto de multas que quedarán determinadas por la Oficina de Unificación.
»Punto sexto: Toda persona, cualquiera que sea su edad, sexo, clase o volumen de ingresos, deberá, a partir de ahora, gastar anualmente en la compra de géneros la misma cantidad de dinero que en el Año Básico; ni superior ni inferior. Un volumen de compras que no se atenga a ello será sancionado de acuerdo con lo que determine la Oficina de Unificación.
»Punto séptimo: Todos los salarios, precios, dividendos, beneficios, intereses y formas de ingreso de cualquier naturaleza quedarán congelados en sus cifras actuales, es decir, en las de la fecha de esta directriz.
»Punto octavo: Todos los casos y situaciones no específicamente mencionados en esta directriz, serán solucionados y determinados por la Oficina de Unificación, cuyas decisiones deberán considerarse concluyentes.»
“Incluso entre los cuatro hombres que habían escuchado todo aquello, seguía existiendo un resto de dignidad humana que les hizo permanecer inmóviles y sentirse enfermos durante unos minutos.”. Así iba concluyendo el párrafo de la novela, que pone en evidencia que son las pasiones de los hombres las que moldean a las instituciones, especialmente en tiempos de crisis, reales o imaginarias, apelando a la emregencia nacional que da pie a la mano interventora del Estado, que no sólo despoja al individuo de la libertad de pensar, limitando y normando su imaginación y producción intelectual, sino que bajo una política inquisidora centraliza bajo su poder cualquier acto creador, sin importar sus consecuencias, así estas involucren el pisoteo de los derechos individuales.
Bien lo dijo Wesley Mouch, cuando Fred Kinnan preguntó ¿Con qué comerán mientras tanto? al hacer referencia a los profesores e ingenieros que se quedarían sin empleo, al cerrar todos los centros de investigación: “Tiene que haber una víctima, en tiempos de emergencia nacional, no podemos evitarlo” fue su respuesta.
Pero también existe una reserva moral dentro de cada individuo que le dictamina lo que es correcto, independientemente de lo que le diga una ley expelida bajo la excusa de la emergencia nacional. Si los párrafos de la novela de Ayn Rand, se le asemejan mucho a la realidad actual, lo invitamos a que juntos, no seamos parte de ella, no la normalicemos, distingamos y señalemos a la ley injusta. Jamás una emergencia podrá justificar el atropello de nuestros derechos, nadie tiene el poder de un ente superior para poner a ningún semejante en el altar del sacrificio, eso es lo que marca la diferencia entre la civilización y la barbarie, entre la oscuridad y la luz.
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