Si algo caracteriza la actividad mercantil online o “economía gig”, es la prevalencia de contratación a corto plazo o informal, en oposición a la formal o del trabajo permanente. Y, en tal sentido, hoy me movió a atacar las teclas de mi ordenador un artículo publicada en nuestra revista online, GCC Views, intitulado, “La OCDE publica avances sobre la imposición tributaria a las actividades online”. Como diría Mafalda: “¡Ah la gran flauta!” Y es que el desespero de gobiernos por mantener a flote brutales burrocracias no tiene límites. Y, sin embargo, persiste ese mercado informal panameño que sobrepasa el 40% de la actividad económica; mientras que, en otros lares, tal como en Zimbawe, se estima que el 90% de la economía es informal.
Pero más interesante aún es que la economía gig o del “camarón”, como dicen en Panamá, está migrando online; es decir, que el online se está convirtiendo en una vía de escape a la pobreza, al tiempo que gobiernos y partes del sector formal se sienten amenazados y buscan intervención. Es más, y a pesar de los esfuerzos gubernamentales, OCDE y quien sabe quién más, los trabajos formales son incapaces de absorber los 122 millones de africanos que buscan salir de la pobreza.
Pocos o nadie chistaría si la actividad gubernamental fuese ¡productiva! Pero por ahora no he encontrado a nadie que me diga que no se puede reducir el tamaño del gobierno, al menos, en un 50%. Yo propongo que puede ser en 80% o más. Y es que la dificultad de administrar con menos está en hacerlo mejor; y es allí donde duerme la langosta, en cuevas arrecifes sumergidas en oscuras profundidades.
El artículo de GCC Views también informa que empresas como Booking.com, Etsy y Uber, apoyan la propuesta fisgona impositiva. ¿¡Cómo!? ¡Ho!, ya entiendo, es que una vez que un operador del mercado coloca su bandera en una porción del mismo, ya deja de luchar por la libertad de competencia y se vuelca a defender “su territorio” aprovechando ese clientelismo que fascina a demagogos. Es el caso no sólo de gobiernos sino de sindicatos y sindigarcas que defienden sus “conquistas”. Y, a todo ello, al rayo con los de más abajo.
Pero lo que muchos no ven es que otro nombre para el “gig economy” es “capitalismo” o “libre mercado”. Y es que cuando Juancho Pueblo se baja de su auto Lyft, Uber o El Bote, luego de una carrera, lo hace cuando y porque le provoca. O está el caso del africano que se enteró del servicio de empatar a arrendadores con arrendatarios por medio de plataformas como Airbnb y se le ocurrió ofrecer su casa, mientras él se mudaba a una tolda; lo cual le resultó más que beneficioso.
O está el caso de Jumia J-Force, en África, que le está llevando el comercio electrónico a quienes no tienen Internet. Esta empresa está presente en 16 países, permitiendo la entrega de más de 8 millones de paquetes al año; y logra en promedio unos 500 millones de clics al día. Pero… como toda esta economía naciente queda fuera del control y el intervencionismo, hay que atajarla.
Podría escribir volúmenes más sobre esto, añadiendo cosas vitales, tal como en Panamá, en dónde la mayoría de las empresas han aprendido a usar la contabilidad como instrumento fiscal y no administrativo. Al parecer los impuestos son más importantes que la producción de riqueza. Luego no sabemos por qué tantas no subsisten.
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