La cédula puede ser un instrumento del servilismo, dependiendo de cómo y para qué se utiliza. La tendencia del totalitarismo tiene muchas maneras de manifestarse, y la población muchas maneras de volverse adicta al servilismo. Se define “servilismo” como “ciega y baja obediencia y adulación a la autoridad.” Y un ejemplo del uso de vocablo sería, “el servilismo demostrado ante las autoridades o ante los representantes de la autoridad es penoso”.
Pero en nuestro querido Panamá nos han acostumbrado de tal manera a ser serviles, que cuando alguien pone en tela de duda un tema como este, ese “alguien” es quien queda entredicho y no quien pone de manifiesto la práctica del totalitarismo. En fin, ¿cómo puede un pueblo madurar y desarrollarse siendo sumiso y pisoteado?.
No estoy contra la cédula, sino a la exigencia de pedirla sin más razón que la de algún “funcionario público” que le dé por detenerte con única finalidad de que te identifiques. Es decir, sin que hayas cometido falta o delito que justifique tal detención. Y ojo, que no es lo mismo que te detengan momentáneamente para pedirte la cédula; a que te conduzcan ante la autoridad por portarla o exhibirla.
Una noche iba en auto con mi señora esposa y nos detuvieron en un retén que, a todas luces, parecería ser de esos espurios. Yo mostré mi cédula; pero, mi esposa, inadvertidamente, había dejado la suya. “¿Y la cédula de la señora?” “No la tiene consigo, señor agente.” “¿Y quien es ella?” “Mi esposa”. “Bueno, le vamos a dar un chance.” Examinemos el asunto.
En la Constitución el termino “cédula” apenas aparece en el Artículo 136 del Capítulo 2 sobre el Sufragio; por lo que bien y de inmediato podemos concluir que origina como un instrumento del sufragio y no como uno de policía. En el Título 2, aparece el vocablo “cédula”; termino cuyo significado significa “papel o documento en que se hace constar una deuda, una obligación o cualquier información de este tipo.” En otras palabras, parecería que estamos endeudados de identificación ante el estado y sus funcionarios.
Sin embargo, el Artículo 27 de la Constitución dice que “toda persona puede transitar libremente por el territorio… sin más limitaciones que las que impongan las leyes o reglamentos de tránsito, fiscales, de salubridad y de migración.” Esta ley es fundamental, y las que devienen no pueden ir en contra de lo establecido, sino, únicamente, explicar o ampliar, pero sin torcer.
Ahora, vayamos a la Ley 108 del 8 de octubre de 1973 (plena Dictadura), en dónde su Artículo 2 dice que “la cédula de identidad personal deberá ser obtenida, portada y exhibida ante los servidores públicos…” ¡Mon Dieu! Hoy tenemos un cuarto de millón de “servidores públicos”que, en buena medida, no sirven sino se ‘sirven’. ¿Me dices que cualquiera de ese cuarto de millón te puede detener para pedirte identificación? Parecería un asunto inocuo. ¿Qué hay de siniestro en que te identifiques? particularmente hoy día en donde ya hay cámaras por todos lados, como también la tecnología de identificación facial, de retina, y hasta el modo de caminar y tal.
Pues, vuelvo a insistir, lo malo está en que te detengan con la única finalidad de que identifiques. Ello es típico de los sistemas totalitarios; y, no es bueno perder de vista que no es tanto en dónde estás, sino hacia dónde vas. Profundicemos un tanto más.
La documentación típica de identificación ciudadana que deambula por el mundo tiene tres características: 1) que todos los ciudadanos y residentes deben tenerla; 2) que todos deben portarla y presentarla antes las “autoridades” y no como en Panamá que es ante los “servidores públicos” y; 3) que dichos collares caninos, digo… cédulas, deben estar ligadas a una base de datos que contiene información hasta de cómo te sientas en el retrete.
Peor es que crean o, de hecho, te la pidan cuando les venga en ganas, sin justificación. Por otro lado, está el alegato de: “Estamos cuidando tu vida, propiedades y tal.” ¿De veras que para cuidarnos hace falta violarnos?
En los EE. UU. han intentado introducir la cédula, pero allá no hay tantos congos. Y el otro aspecto es que una vez que la población se acostumbra a la violación, llega el momento en que uno se envicia. Y nos dicen, “es que, si a la cédula le metemos tu historial policivo, multas, y las veces que pateaste al perro, podrás montarte al avión sin tanto jaleo.” ¡Visiones de The Matrix! En los EE. UU. se prepara una ley para una cédula voluntaria; lo que me trae a mente la mentirilla panameña de “préstame un dólar” y tal. El problemita con las cédulas voluntarias es que eventualmente todos las consiguen y quedamos de vuelta en primera base. Y, en todo caso, ¿por qué no unificar la cédula con la licencia de conducir, y nos ahorramos montones; si, a fin de cuentas, la licencia de conducir no sirve para nada?.
El mayor peligro de la cédula es que nos convierte a todos en sospechosos infractores o criminales. En Panamá los agentes de pesca andan por las calles arrastrando cuerdas con señuelos a ver quién pica: ¿Quién eres? ¿de dónde vienes?, ¿a dónde vas?, ¿quién es la que va sentada a tu lado? ¿Acaso no es ello lo que potencia la fea práctica coimera?
Y, aunque en alguna medida todo esto ayuda a pescar a los malos, el problema es… ¿a qué costo? Uno de esos “costos” fue la Dictadura; ¿o es que andamos distraídos? La pesca de malos se hace mediante un sistema de policía altamente profesional de excelencia que no requiere violar derechos fundamentales. ¿Será imposible lograr eso en nuestro patio? Muy mal vamos cuando todos somos culpables hasta que saquemos la cédula. El perro que va por la calle sin collar, ¡a la perrera!
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