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Cállense Mentecatos

El ministro está furioso, porque Panamá en el 2018 está previsto que sea el país con más alto per cápita de América Latina, pero no le han hecho caso ni le han echado las flores que él piensa que se merece el gobierno actual. ¿Será en realidad porque no lo merece?

Vamos a dejar en claro una cosa. Es poco lo que puede hacer un gobierno, por más de que los políticos vendan lo contrario, para levantar la economía de un país. Un gobierno no puede por sí solo hacer que la economía de un país florezca. Son los habitantes de un país los que levantan la economía del mismo. Un gobierno puede fijar los marcos correctos para que la actividad económica florezca, garantizar la seguridad de las personas y las actividades económicas, hacer cosas que hagan la economía más productiva como obras de infraestructura, garantizar el acceso a la educación y la salubridad. No puede garantizar el éxito de las actividades económicas en una economía compleja.

Pero lo que si puede hacer el gobierno de manera muy fácil es destruir la economía; se está demostrando en Venezuela: basta con establecer controles de precios y de salarios irreales, basta con imprimir moneda sin respaldo y aumentar la masa monetaria, basta con debilitar los derechos de propiedad. Tratar de levantar una economía a punta de gasto público como hizo el gobierno de Ricardo Martinelli o está haciendo el gobierno actual tampoco es bueno. Se puede crear una burbuja, pero ese gasto público al final no es sostenible, porque sale o de los impuestos o sale de la deuda, que finalmente termina en forma de impuestos en el futuro. El precio de esa burbuja siempre va salir de sacar dinero de las actividades productivas de los particulares. Endeudar a un país no es mejorar su economía, es crear una burbuja. Y las burbujas tarde o temprano revientan. Recordemos a las economías latinoamericanas en los 80s con la crisis de la deuda o a Grecia recientemente. El crecimiento real es el que surge del ahorro y la inversión privada.

Por eso el ministro no debe sorprenderse cuando la gente rehúsa darle crédito por los triunfos económicos de Panamá. Ya que por ejemplo, la vuelta a la estabilidad democrática fue un triunfo del quinquenio de Guillermo Endara, la reforma de la estatista economía heredara de los militares, fue un triunfo del quinquenio de Ernesto Pérez Balladares. Y fue ralentizada durante el quinquenio perdido de Mireya Moscoso. Pese a eso, desde los últimos años de ese quinquenio, a partir del 2003 para ser exactos, que la economía panameña empieza a crecer, llegando a tasas de crecimiento superiores al 6 o 7% durante el gobierno de Martín Torrijos. Todo eso sin que la deuda pública aumentara.

Durante el gobierno de Ricardo Martinelli, esta tendencia se disparó, ya que al crecimiento de la empresa privada y a la inversión extrajera directa, el gobierno Martinellista sumó grandes dosis de gasto público sufragado por deuda. Lo que hizo que Panamá tuviera niveles de crecimiento económicos chinos, superiores al 10% anual. Aunque ya para el 2013 estos niveles empezaban a decrecer.

La gran diferencia entre el quinquenio Martinelli y el quinquenio Torrijos es que mientras que con Torrijos el crecimiento se debía a la inversión privada, local y extranjera, en el quinquenio Martinelli ésta tenía un importante elemento de gasto público y deuda pública. La relación deuda /PIB seguía siendo buena, pero recordemos que el PIB tiene la trampa de incluir en él gasto público, el cual crecía alimentado por esa misma deuda contra la cual lo comparamos. Así que ese crecimiento exagerado durante el quinquenio Martinelli tenía elementos de burbuja artificial. Y no era sostenible. Lo peor es que el gasto público quitaba recursos a la empresa privada, creaba inflación y permitía aumentos artificiales de salarios. Para el 2013, al bajar el gasto público, este crecimiento empezaba también a bajar como ya hemos dicho. No era algo indefinidamente sostenible.

Lo que nos lleva al quinquenio actual que no ha terminado. Difícilmente puede reclamar el gobierno de Juan Carlos Varela crédito por el actual nivel per cápita de Panamá cuando esto ya había sido predicho por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional hace años. Y es el producto de decisiones tomadas mucho tiempo antes. Como el eliminar el Banco Central en 1904, las leyes de abanderamiento de naves y de sociedades en las primeras décadas de la República, la creación del centro bancario en los 1970s. Y por supuesto todas las medidas políticas y económicas tomadas en los 1990s. Panamá creció de manera continua desde 1990 hasta el 2001, y del 2003 hasta nuestros días, la recesión del 2008 solo ralentizó el crecimiento un año. Pero a diferencia de otros países nunca entramos en recesión. Hemos crecido desde el 2003 hasta nuestros días.

Cuando un auto va a velocidad, y se le daña el motor, todavía puede seguirse moviendo un tiempo por inercia a menos que alguien aplique los frenos. Lo mismo pasa con la economía de Panamá. Cuando tiene impulso desde hace más de 15 años, aunque se pongan los frenos, no se va a frenar de golpe, se puede tratar de frenarla, y sin embargo, se mueve.

Porque vamos, el gobierno actual ha seguido con una política de aplicar frenos al crecimiento, siguiendo las políticas del gobierno anterior pese a una distinta situación económica. Se ha seguido endeudando al país, ya no tanto para financiar obras, sino para sufragar gastos corrientes y subsidios, algo insostenible en el tiempo. Se han rendido a las presiones de la OCDE a cambio de nada, y sin buscar alternativas a los negocios que se pierden en el país, cuando otros países han reemplazado sus ofertas de servicios por otras. Han seguido la política de aumentos irreales del salario mínimo, lo cual es un estímulo a que las empresas se automaticen, llevando a una situación en la cual el desempleo aumenta pese a que el crecimiento económico sigue estable, y convenientemente se le echa la culpa a los inmigrantes extranjeros. Se ha aumentado el peso y costo de la burocracia a la hora de formalizar trámites, pagar impuestos o inscribirse en el Seguro Social. Y los problemas estructurales más profundos como la falta de un Órgano Judicial independiente, confiable, y rápido, o un buen sistema educativo siguen sin atenderse, o el hecho que existan grandes disparidades de ingresos entre amplios sectores de la población. En otras palabras, es poco lo que el gobierno actual ha hecho para garantizar el crecimiento económico, el cual más bien se ha dado pese a las políticas del gobierno actual. Simplemente vivimos de la inercia positiva de gobiernos pasados. O de nuestra misma base institucional.

Así que no nos llamen mentecatos cuando rehusamos en dar crédito a un gobierno por los resultados de nuestro diseño institucional y pese a, más que debido a, las políticas menos intervencionistas de gobiernos anteriores.

 

 

About the author

Ricardo Soto

Ricardo Soto Barrios, abogado, especialista en políticas públicas, egresado de la Universidad Santa María la Antigua. Políticamente liberal, ha participado en muchos proyectos donde se analizan las políticas públicas de Panamá desde un punto de vista liberal y se proponen alternativas. Ha trabajado en la Policía Nacional de Panamá, el Ministerio de Gobierno, y AMPYME, además de ejercer la práctica privada.

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