Hablar de emprendimiento es hablar del punto de partida, es hablar de un camino; particularmente, del camino de una actividad que busca lograr beneficios a través de la satisfacción que brinda en bienandar en un mercado. No son tantas las personas a quienes les resulta atractivo pasar de asalariado a emprendedor cuyo salario o ingreso depende de su capacidad creativa y organizativa; es decir, a ser buen empresario. Tristemente, en nuestro medio como en muchos otros, el concepto de “empresario” ha sido vilipendiado por una clase política corrupta, apunto que ser empresario es mal visto.
De no ser por todos los emprendedores a través de la historia los humanos todavía andaríamos colgándonos por el rabo de las ramas de los árboles. Lo tristísimo hoy día es ver a tantos hablar de igualdad, equidad, solidaridad y tal, sin recapacitar que esas cosas no prosperan en una sociedad de poco emprendimiento. Los países más prósperos son aquellos con mayor cantidad de buenos empresarios; y he allí el meollo del asunto, que el malandar ha sido tal que, hasta las cosas buenas, como el emprendimiento, lo hemos torcido.
Constituciones exitosas han buscado enfocar los derechos de procurar la vida, la libertad, propiedad y la felicidad. Por su lado, la felicidad está ligada a un crecimiento personal, en muchos sentidos. Y, también en la definición y uso de los vocablos: empresario, emprendedor, emprendimiento, vemos la Babel, cada quien asignándoles definiciones erradas. El emprendedor (empresario) es quien encuentra aquello que busca el prójimo. ¿Y dónde más lo va a buscar sino es en el mercado?; es decir, en la plaza en dónde a través de la división del trabajo se intercambian los bienes y servicios que satisfacen necesidades.
Las empresas y emprendedores van ligadas al entusiasmo de quienes las fundan; entusiasmo que no necesariamente pasa a los herederos, razón por la cual tantas empresas fracasan luego de unas generaciones. Es por ello que resulta esencial crear una atmósfera que fomente el emprendimiento. ¿Cree usted que, en las escuelas, mal llamadas “públicas”, los funcionarios estatales fomentan amor por el emprendimiento?
Triste y lastimosamente, en ciertos países las oligarquías de turno se han aprovechado de la ignorancia de sus pueblos y han vilipendiado al empresario y al empresarialismo. De hecho, hoy día en los EE.UU., frecuentemente se escucha al presidente Biden culpando a empresas y empresarios de todos de todos los males que han originado en sus políticas neoliberales; esas que osan llamar “progresivas”. Hablo de la inflación; esa que devalúa el poder adquisitivo de la moneda papel causando lo que la población percibe como una elevación de los precios. Luego, el mandatario culpa a los empresarios de todos los males; mientras que el pueblo, ese que ha sido muy bien aleccionado, dócilmente sigue su camino de ignominia.
El otro mensaje importante es el de perder el miedo al fracaso; ya que no existe mejor escuela que la del fracaso. Es raro el buen empresario que no ha quebrado negocios anteriores. Es como ser clavadista o saltar en camas elásticas, montar bicicleta y tal, uno aprende con los golpes. Lo cierto es que no hay camino al sano desarrollo que no sea caminando los senderos del emprendimiento; pero no ese emprendimiento que igual que el llamado “pueblo” ha caído en las fauces de las oligarquías políticas.
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