Hoy leí un escrito de opinión que me pareció dar en la diana de la verdad al decir que: “Las pandemias terminan cuando lo decide el público.” Es decir, no cuando quiere el gobierno. Lo anterior va quedando en evidencia al ver que la gente está dejando de obedecer a los necios. No tiene sentido prohibir a quienes tienen hambre que salgan a buscar comida. ¡Es que te vas a morir de COVID! ¿Será que está bien morir de hambre? La otra es que cada día hay más normas, leyes, reglamentos, llámense como quieran, que nadie puede cumplir; pero las “autoridades” sienten que, si no mandan, aunque sean sandeces, pierden el control del rebaño.
A una sobrina mía que era la única que caminaba en una playa en Taboga le salió un agente del desorden a llamarle la atención por no tener máscara. Supongo que es una forma que tienen algunos agentes de sentirse grandes. O el otro caso, de prohibir la salida de barcos pesqueros, no sea que los peces del mar les infecten con COVID. Realmente hay que admirar la capacidad histriónica de las llamados “autoridades”. En fin, los del gobierno podrán decir que la pandemia arrecia, pero si la gente no les para bola, bien podemos decir que la pandemia llegó a su fin… ¿el asunto es cual pandemia, la virulenta o la politiquera?
Otra forma de verlo es que las pandemias tienen dos finales diferentes, tal como lo señala Ryan McMaken: “El final médico, que se da cuando menguan las infecciones, y el final social, que ocurre cuando a la gente les vale.” El otro enfoque es el económico, que igual es social y tiene mucho que ver con nuestra sobrevivencia y felicidad. Ya está llegando el momento en que la gente le importa mucho más el hambre y la ruina que el COVID 19.
Y nuevamente, McMaken nos recuerda que en 1958 y 1918 las pandemias no destruyeron la economía. ¿Qué ocurrió esta vez? Que ya la gente no va a seguir eternamente poniendo sus vidas en pausa, como si fuese una serie de Netflix. Y nos vuelve a decir McMaken que la gente es una cosa y los tecnócratas otra, que no parecen entender, o no les importa, que muchos tienen que salir a poner la paila. Y también están los niños y tal. Ya veremos lo que ocurre cuando los burrócratas no tengan con que pagarse sus salarios.
En la vida real, cada quien debe ser el gestor de los riesgos que asumen; ya sea si es nadando en la playa o saliendo a trabajar; por más que los burrócratas quieran ser los que dirigen el tráfico de nuestras vidas. Entonces, lo que deben estar buscando los del gobierno es como está y estará reaccionando la gente, para ver cómo lidian con eso. Lo lógico es que salgan a dar consejos sanos y no los ñames que les caracteriza.
Ojalá fuesen tan efectivos en el caso de la seguridad vial. Ayer que salí a renovar licencia, nos pasaban autos por los hombros y casi por arriba. Pero eso está bien para los campeones de la gratificación pecuniaria; que los tontos sigamos en fila, mientras pasan los juega vivos. O el tema de las placas, que hay que cambiarlas anualmente, no porque ello nos brinde más seguridad, sino porque usan eso como instrumento fiscal; lo cual es delictivo… pero ni eso entienden, o no les importa.
Ya se le acabará al gobierno la magnífica pandemia y tendrán que buscar otra nueva emergencia para imponer sus desvaríos de poder y avaricia. Lo que no ven y menos entienden es que su forma de gobernar ya caduca.
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