El mundo de las compañias offshore está sometido a dos revoluciones simultáneas. Por un lado, las presiones de la OCDE y la Unión Europea para eliminar la Erosión de la Base Imponible (BEPS) y por otro lado la reforma fiscal de Donald Trump. Esta combinación no trae buenos augurios para el sistema offshore Panameño. Porque por un lado estamos cerrando la puerta a la inversión extranjera y por la otra ésta ya no tiene razones para estar en Panamá cuando ya no es un refugio fiscal y los Estados Unidos sí lo es y mejor aún.
Un sistema offshore implica tener sociedades de personas que no residen en Panamá, en un País que no les cobra impuestos por sus operaciones en el territorio, en el caso de Panamá no porque tengan una ventaja especial, sino porque Panamá es un país que no ve a sus personas como activos, sino como personas y no cobra impuestos a las rentas extranjeras. Finalmente los sistemas ofshore ofrecen privacidad financiera, en diversos grados. Panamá ha tenido que ceder su privacidad a las presiones del GAFI y la OCDE. El problema es que ahora también tiene presiones para evitar servir como refugio fiscal que erosione la base impositiva en otros países, justo cuando los Estados Unidos, de la mano de Donald Trump se quiere convertir en un enorme refugio fiscal por lo menos para que las empresas repatríen sus ingresos y a la vez atraer inversionistas del extranjero.
Tras los acuerdos de intercambios de información fiscal, las empresas offshore deben seguir sirviendo para proteger el patrimonio personal, después de pagados los impuestos. Si bien cada vez se hace más difícil usar los sistemas offshore para evitar impuestos, un sistema offshore todavía puede servir para protección de activos post impuestos. También un sistema offoshore puede servir para hacer negocios multinacionales, usando la jurisdicción como base para lidiar con negocios que se realizan en multiples jurisdicciónes. En otras palabras, el sistema offshore panameño sigue siendo útil, pese a las presiones de la OCDE y el GAFI, eso sí, siempre y cuando el gobierno entrante, ya que no tenemos esperanzas de que el gobierno actual quiera hacer algo, tome las medidas necesarias para adaptar el sistema a las nuevas circustancias.
Uno de los grandes cambios de Trump es que su portafolio de acciones, wallet electrónicos de criptomonedas, e inversiones de bienes raíces ahora van a tener que pagar impuestos sobre las ganancias aunque la transacción sea en el extranjero. Esto es un desafío importante porque ahora muchas operaciones que se hacían offshore se van a hacer en los Estados Unidos porque no hay ventajas reales en hacerlas en el extranjero. La única manera de beneficiarse del sistema offshore para un ciudadano norteamericano es viviendo él también en el extranjero. Otras jurisdicciones han reconocidio esto y creado ventajas migratorias para los ciudadanos extranjeros que quieran hospedarse en los refugios fiscales y llevar su dinero allí. Esto en muchos casos implica la nacionalidad del país; Panamá de hecho no ha tomado medidas para casar su política migratoria con la politica fiscal y de atracción de negocios offshore.
Una de las políticas de Trump con su reforma fiscal es que las corporaciones ya no pueden retener sus ganancias offshore. La principal razón para los ciudadanos norteamericanos para tener negocios offshore es la Foreign Earned Income Exclusion y el no tener que pagar gastos del Seguro Social o impuestos a la planilla para ser mas explícitos, si se es autoempleado en una corporación offshore.
Está claro que para poder seguir usando los beneficios de tener sociedades offshore lo mejor es ser un expatriado. Trump no ha cumplido del todo sus promesa de campaña de eliminar la extraterritorialidad sobre la renta; si bien la hizo para las corporaciones, no lo hizo para los individuos. Donald Trump favoreció a las grandes multinacionales versus los ciudadanos expatriados, aunque sí subió a mas de 100,000 dólares los ingresos personales en el extranjero que no son gravables en los Estados Unidos.
El problema ahora es que las presiones hacia la privacidad van por otros lugares mas allá de los acuerdos de intercambios de información; por ejemplo, el gobierno británico ha pedido, para frenar el lavado de dinero en inversiones inmobiliarias, que los beneficiarios finales sean conocidos. El nuevo ataque regulatorio ya no va orientado a las jurisdicciones sino a la posibilidad de usar sus productos en otros países.
Ante estas medidas lo mas exitoso es convertir a Panamá en un centro de operaciones con impuestos bajos ya que la hora de usar las sociedades y las cuentas de papel para esconder dueños ausentes está cada vez más bajo asalto. Y es allí donde Donald Trump ha ganado: la reforma fiscal que ha aprobado hace menos necesario para las multinacionales tener sedes en el extranjero.
Queda para el siguiente gobierno proponer reformas para que Panamá sea competitiva en lugar de ver cómo los bancos y firmas de abogados pierden empleos y el gobierno recaudación. La reforma debe ser por convertir a Panamá en un centro de operaciones multinacionales real, no solo de facturación y de protección de activos, y no solo líquidos.
En efecto, este es un reto que seria buena pregunta en el debate presidencial que se vaya a tener con los candidatos a presidentes. Estoy de acuerdo que las políticas del gobierno actual no han sido las adecuadas ya que hemos cedido a los caprichos de organismos externos, sin beneficio a la economía local. Lo que siempre me lleva a pregunta a quien servimos, a la OCDE, Francia, China la verdad la verdad no es claro el panorama, lo que cierto es que nuestras industrias de servicios y comercio local se han visto afectados.
Ricardo, gracias por abrir el panorama de políticas internacional y hacer recordar a la corta memoria, temas tan importantes como este.