Hoy, que leo un artículo sobre estudios en torno a los encierros del COVID, los cuales denotan que en los EE.UU. los estados con mayores índices de mortalidad fueron aquellos que más encerraron a su gente, no puedo más que revertirme a mis propios artículos del año 2020, en los cuales advertía que los encierros serían mucho peor que la enfermedad que suponían combatir.
La triste realidad es que el objetivo de tantos que se hacen pasar por “autoridades” jamás fue la prevención de muertes, sino de lograr control del hato semoviente. El artilugio era el látigo del terror, el cual ha dejado a tantos lisiados de espanto, particularmente niños y niñas. Soltaron cucos que acecharán por mucho tiempo. ¿Qué más se puede esperar de pseudo gobiernos que persiguen viruecas agendas propias y no de la comunidad?
Otros comentan que ni siquiera fue asunto de un propósito específico, sino que los encierros fueron reacción de tipo reflejo rotuliano de parte de los residentes del palacio que frente a los acontecimientos simplemente buscaron hacer algo, no importa lo que sea, pero algo que adelante sus pérfidos intereses.
Pero, más allá de la estupidez está la corrupción, esa que es motor de la actividad de las políticas de corral. Si ponemos atención veremos que detrás de cada encerrona, cada vacuna, máscara y tal, hay zorros con los hocicos llenos de plumas. La verdad es que me duele escribir estas cosas, ya que ello va produciendo un ambiente de desesperanza y desasosiego en la población. El problema es que si no despertamos y votamos y actuamos en conciencia…
No más ver hoy que la corte suprema de los EE.UU. declara inconstitucional el mandato de máscaras, y de que los estudios van demostrando que no sirven para lo que dicen que servían, vemos a la Casa Blanca tercamente manteniendo su posición respecto a las mismas; que lo importante no es la verdad sino sus vagabundos despropósitos. La corte sólo anula el mandato obligatorio y quienes quieren pasar el resto de sus vidas enmascarados es asunto suyo; enmascarando no sólo la cara sino el alma.
Peor aún, como dijo uno por allí, es que la buena corrupción requiere buenos corruptos que sean capaces de formular buenos planes demenciales; de conspirar y llevarlos a mordaz conclusión. El problema grandote es cuando lo que tenemos son corruptos incompetentes.
Nos vamos a la China y allí vemos al “gobiernos” con su plan de “cero COVID” … ¡A la Gran Flauta! ¿Quién, a estas alturas, se come semejante ñamería? En los EE.UU. el “National Bureau of Economic Research” encontró que los estados con los más estrictos encierros terminaron con mayores índices de mortalidad; a diferencia de sitios como Utah o Nebraska o en Argentina el extraordinario caso de Mendoza, en dónde no se encerró a la población y tienen el menor índice de mortalidad de ese país.
Pero, por otro lado, están las realidades económicas que pocos entienden y que tanto usan los corruptos para engañar. Han destrozado una inmensa porción de la economía; no sólo de los “ricos” como cacarean unos, sino de la clase media hacia abajo. Y, de paso, han destrozado la educación y tantas otros elementos esenciales de su gente.
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