Lorenzo Montanari es el director de Asuntos Internacionales de Americans for Tax Reform, uno de los grupos de presión más influyentes de Estados Unidos. Antes de incorporarse a dicha institución, este politólogo italiano trabajó en una consultora de relaciones públicas y en la George Washington University. Sus artículos aparecen de forma regular en medios como FORBES o The Daily Caller. GCC Views ha hablado con él para conocer de cerca la reforma fiscal que ha aprobado Estados Unidos y sus implicaciones para Panamá y el resto del mundo.
¿Qué hace exactamente su organización?
En Americans for Tax Reform (ATR) empezamos a trabajar para conseguir una reforma fiscal desde el día uno de nuestra existencia, en 1985. Nuestra misión no ha cambiado: seguimos volcados en conseguir reglas tributarias más atractivas y mejor diseñadas. En los años 80, jugamos un papel importante a la hora de promover la rebaja de impuestos que propuso el presidente Ronald Reagan. Desde entonces, nos hemos volcado en conseguir reformas a nivel regional, aunque la conversación ha vuelto al plano federal en los últimos años, de modo que se nos abrió la posibilidad de conseguir la reforma fiscal más ambiciosa en las últimas tres décadas.
Imagino que están de enhorabuena…
El 22 de diciembre de 2017 se firmó en la Casa Blanca la ley que oficializa la reforma fiscal de la Era Trump. No surgió de la nada: el contenido de la reforma recoge el acervo de décadas de investigación y presión que han servido para explicar por qué era necesario reducir el peso de los impuestos sobre salarios y beneficios empresariales.
¿Presionaron para conseguir cambios concretos o, más bien, para insistir en las líneas generales de la reforma?
No siempre es fácil concretar una reforma. Se puede discutir cuál es la base imponible adecuada, cuál es el tipo óptimo, etc. Pero en ATR nos hemos especializado en marcar el trazo de la reforma. Nuestro mensaje fue muy claro: Estados Unidos había perdido atractivo fiscal a nivel internacional, de modo que esta era la oportunidad de cambiar el paradigma y volver a ser competitivos en el terreno tributario.
¿Habrá nuevos cambios en el futuro?
El trabajo de ATR está volcado en conseguir que las rebajas de impuestos contribuyan a mejorar los sueldos netos de los trabajadores y los resultados anuales de las empresas. Por eso, por mucho que ya hayamos logrado un gran avance en 2017, estamos ya “cocinando” una nueva rebaja de impuestos. Creemos que esta “reforma tributaria 2.0” vendrá de la mano del congresista Kevin Brady, cuyo liderazgo en el terreno fiscal cuenta con nuestra colaboración y apoyo entusiasta.
¿Por dónde iría esa “reforma tributaria 2.0”?
De entrada, queremos que las rebajas fiscales que tienen fecha de caducidad (2025) pasen a ser permanentes. También buscamos un nuevo recorte en el tipo general del Impuesto de Sociedades, que ya bajó del 35% al 21% pero podría ser reducido de nuevo para llegar al 20%. Además, podría mejorarse el tratamiento fiscal de los planes de ahorro, vitales para apuntalar las pensiones.
¿Qué ingredientes centrales tiene la reforma, sobre todo pensando en su impacto para el resto del mundo?
Para impulsar el crecimiento, no hay nada tan importante en la reforma de 2017 como la reducción del Impuesto de Sociedades. Este punto reduce significativamente el coste de capital y contribuye a aumentar la inversión y la productividad. Otro elemento crucial ha sido el paso de una fiscalidad global a una territorial, lo que significa que ya no exigimos impuestos sobre los beneficios logrados en el extranjero. Y, no hay que olvidarlo, la nueva legislación permite repatriar activos que estaban fuera de Estados Unidos a un tipo que va del 8% para las rentas derivadas de activos ilíquidos al 15% que se cobra a los ingresos generados por activos líquidos.
En cuanto a las familias, hemos duplicado los mínimos exentos, las deducciones aplicables por hijo y los tipos aplicados a trabajadores de todo nivel de ingresos. Alrededor del 90% de los contribuyentes va a experimentar una rebaja de su factura fiscal como consecuencia de estas medidas. Millones de trabajadores se han beneficiado, además, de una auténtica lluvia de “pagas extra”, con primas salariales de 1.000 o 2.000 dólares.
De modo que ya hay resultados…
Los datos de crecimiento ya apuntan que la economía se está acelerando. Este último trimestre, el PIB ha subido un 4,1%. A medio plazo Tax Foundation estima que, gracias al nuevo marco tributario, el crecimiento puede acelerarse hasta llegar a un ritmo extra del 1,7% anual. Todo eso da ejemplo al resto de mundo y envía una señal clara de que las rebajas de impuestos generan crecimiento y prosperidad.
Países como Panamá han captado capital a base de mantener una fiscalidad relativamente baja. ¿Qué supone este giro en la política fiscal de EEUU?
La reforma fiscal aumentará la competencia tributaria a nivel global. Se ha reabierto la discusión sobre la importancia de bajar los impuestos. En Hungría, por ejemplo, el tipo general del Impuesto de Sociedades ha caído al 9%. En Italia, por poner otro ejemplo, se habla ya de un flat tax para empresas y familias. Y ahí está el ejemplo de Irlanda, que mantiene con éxito un modelo fiscal basado en reducir al 12,5% la fiscalidad de las empresas.
Para cualquier país del mundo, el tablero de juego ha cambiado. Toda reforma que suponga un deterioro del clima tributario se enfrenta ahora a un contexto internacional más competitivo. Para las empresas y para los trabajadores más dinámicos, Estados Unidos se ha convertido en un destino fiscal mucho más atractivo.
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