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La banca central necesariamente se equivoca

banca central

Se ha dicho que la autoridad monetaria se establece para preservar el valor del poder adquisitivo de la unidad monetaria, pues ninguna banca central ha hecho semejante cosa.

La llamada autoridad monetaria es el fetiche de nuestra época; si expande la base monetaria, si la contrae o si la deja inalterada siempre altera los precios relativos. Téngase en cuenta que los precios son los únicos indicadores para saber dónde asignar y dónde no asignar los siempre escasos recursos. Mal guiar factores productivos inexorablemente se traduce en derroche de capital lo cual, a su turno, significa menores salarios e ingresos en términos reales puesto que las tasas de capitalización constituyen la única causa de mayor riqueza y, por ende, mitiga y revierte la pobreza.

El premio Nobel en economía Friedrich Hayek ha escrito que la humanidad ha demorado doscientos años en percatarse del peligro y la inconveniencia de atar la religión al poder político, es de esperar que no nos demoremos otro tanto en darnos cuenta del daño inmenso de atar la moneda al gobierno. En el origen del proceso evolutivo de la moneda la gente abandonó el cambio directo o trueque porque se dio cuanta del embrollo que significaba encontrar alguien que quisiera lo que uno posee, que al mismo tiempo contara con un bien o servicio que uno desea y, sobre todo, al tipo de cambio aceptable para ambas partes. Desde luego que resultaba muy complicado el obtener un trozo de pan para el experto en tocar la flauta, puesto que es poco probable que el panadero aceptara entregar su bien a cambio de una lección de flauta, y así sucesivamente se presentaban las más variadas complicaciones.

En una versión sobresimplificada y telegráfica, así es como la gente decidió recurrir al cambio indirecto, es decir, llevar a cabo las transacciones vía una mercancía considerada de aceptación general debido a sus usos no monetarios (industriales, para comestibles etc.). Este fenómeno en la jerga moderna se conoce como el teorema de la regresión monetaria. En este cuadro de situación se usó el tabaco en la Virginia colonial, el cacao en Centroamérica, el hierro en África, las sedas en India, el ganado en Grecia y otros bienes, lo cual facilitó el comercio. En esta especie de competencia monetaria tuvieron éxito generalizado el oro y la plata debido a sus destacadas propiedades de homogeneidad, fraccionabilidad y durabilidad.

Luego, para facilitar la calidad y peso del metal, se optó por la acuñación y más adelante, para brindar mayor seguridad y comodidad, se abrieron casas de depósito que entregaban recibos denominados billetes, y los emisores se conocieron como bancos. Pero en medio de este proceso los gobiernos siempre tentados de echar mano a nuevos canales de financiación impusieron primero la acuñación estatal y luego el monopolio de la convertibilidad también a través del Estado. Si prestamos atención a la historia monetaria observaremos que en esa instancia se sucedieron interrupciones en la convertibilidad hasta que en líneas generales finalmente irrumpió la banca central.

Los Acuerdos de Bruselas y Génova del los años 20 acordaron eliminar el metal aurífero como respaldo de la moneda y sustituirlo por el dólar y la libra (este signo monetario a poco andar quedó sin efecto) con una ratio convencional dólar-oro pero con la estipulación implícita de no reclamar el oro a Fort Knox, situación que quedó expuesta cuando Jacques Rueff desde el gobierno francés deliberadamente para poner al descubierto la trampa reclamó el oro, desde luego sin éxito. De todos modos, el nuevo sistema permitió expansiones monetarias por parte de Estados Unidos lo cual a su vez generaba reservas para la banca central extranjera que les permitía emitir dinero local. Esto condujo al boom previo a la crisis del 29 que arrastró al planeta a una debacle sin precedentes y a nuevas medidas por todos conocidas hasta nuestros días donde estamos inmersos en la banca central, con el apoyo logístico de instituciones nefastas como el FMI que financian gobiernos fallidos con recursos detraídos coactivamente a contribuyentes de distintos países.

About the author

Alberto Benegas Lynch (h)

Alberto Benegas Lynch (h) completó dos doctorados: es Doctor en Economía y también es Doctor en Ciencias de Dirección. Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias y es miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, ambas en Argentina. Es autor de diecisiete libros y seis más en colaboración. Fue profesor titular por concurso en la Universidad de Buenos Aires y enseñó en cinco Facultades : Ciencias Económicas, Derecho, Ingeniería, Sociología y en el Departamento de Historia de la de Filosofía y Letras. Es profesor en la Maestría de Derecho y Economía de la UBA. Fue Director del Departamento de Doctorado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata y, durante 23 años, Rector de ESEADE donde es Profesor Emérito. Fue asesor económico de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, de la Cámara Argentina de Comercio, de la Sociedad Rural Argentina y del Consejo Interamericano de Comercio y Producción. En dos oportunidades integró el Consejo Directivo de la Mont Pelerin Society, es Académico Asociado de Cato Institute de Washington DC, es miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas en Buenos Aires y recibió grados honoríficos de universidades de su país y del extranjero.

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