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Las falsas premisas

Desde prácticamente el inicio de las medidas contra el Corona Virus, el latiguillo del gobierno ha sido “conservar los empleos”, al mismo tiempo que regulaba por Decreto, algo ciertamente ya permitido por Ley, sobre la cesantía temporal de los contratos laborales.

Lo cierto es que mientras se cerraban las actividades comerciales consideradas “no esenciales” por el equipo a cargo de gobernar, las empresas en esa consideración, tuvieron que hacer frente a gastos corrientes difíciles de obviar y trazar planes para una reapertura diferente, en tiempos medianamente previstos.

Pero la cuarentena se extendió y demasiado, de 40 días a unos 100 por ahora. Con ello, las consecuencias económico-financieras comenzaron a presionar a dueños y gerentes sobre qué hacer ante un escenario cada vez más incierto y riesgoso.

Y la falsa premisa mientras tanto manteniéndose incólume ante el mismo entorno empresarial. ¿Qué quiero significar con esto? La premisa es falsa porque en primer lugar no se puede decidir en forma uniforme  y desde un organismo centralizado, sobre la complejidad y diversidad de una sociedad, (¿acaso para el chichero su actividad no es esencial para alimentar a sus hijos?); y segundo, la premisa sigue siendo falsa porque sin empresas no hay empleos posibles.

Y no se ha hecho nada para preservar la premisa correcta, que es crear las condiciones para dejar  que el mercado fluya en un entorno libre y amigable. No se ha hecho nada para que explote y se libere la energía creativa de las personas y se adapten a un entorno altamente riesgoso. Y el castigo cae ahora sobre las empresas, porque se vence su plazo legal para los contratos laborales cesados y ante la incertidumbre, tendrán la horrible disyuntiva si asumir el pasivo laboral que les ha generado la situación o intentar mantener la empresa a flote bajo otros escenarios, esperando una recuperación. Es horrible, porque en las dos situaciones se pierde: si se decide reestructurar, y la negociación no funciona entre empresas y empleados, rige el marco legal actual y la empresa pierde, debe cerrar o irse a litigio. Los empleados tendrán por un tiempo liquidez para pagar sus deudas o consumir nuevamente, pero posiblemente no encontrarán otro trabajo por mucho tiempo, porque no habrá empresas que los generen. Esta situación donde unos ganan y otros pierden, es típica en mercados altamente intervenidos, no así en una sociedad libre donde todos ganan. Es típica en sociedades donde se crean enemigos en lugar de cooperadores. Y mientras el enemigo siga siendo el empresario, no hay sociedad próspera posible.

Esperaba algún anuncio en la vía de migrar hacia mercados más desregulados; un anuncio de una reforma laboral, un anuncio de una reforma fiscal real y un anuncio de desburocratización del sector público, requisitos claves para atraer inversión genuina, sea local o internacional;  pero lo único que escuché fue un largo enunciado de préstamos y créditos, que incluso por los montos, no van a contribuir mucho más que para pagar deudas atrasadas de los beneficiarios.

Esta otra falsa premisa, de “estimular el consumo”, choca contra la realidad de una sociedad que ya no tenía capacidad de ahorro al inicio de la Pandemia, y estaba muy endeudada, de acuerdo a los números a la vista proporcionados por la Superintendencia de Bancos de Panamá, de los saldos de préstamo al consumo.  Si una familia o una empresa no pueden afrontar un mes sin tener ingresos, implica que no estaban generando ahorros; por algo surgió en forma inmediata la solicitud de moratoria. Y sin ahorro, no hay consumo posible. Lo que el gobierno piensa y piensa mal, es que a estas empresas y personas los préstamos anunciados les van a ayudar. Todo lo contrario, les están arrojando un salvavidas de plomo. Sólo van a contribuir a la falsa sensación de seguridad temporal de que pueden continuar la actividad normal como previa a la Pandemia. Lo cual podrá ser cierto para ciertas actividades, pero no para todas. Nuevamente, la pretensión del conocimiento de cómo funciona la totalidad de la sociedad y sin temor a equivocarse, es lo que causa juegos de suma cero. Y así no funciona la economía. La sociedad no necesita ayudas estatales, necesita que, al igual que Diógenes, no les haga sombra.

Uniendo ambas falsas premisas, un pésimo diagnóstico da como resultado un peor remedio, que sólo va a agravar la enfermedad que no es la del Covid 19. Aunque es tarde, aún hay tiempo para explorar otras ideas, aunque sea para obtener resultados diferentes. Sino, haciendo siempre lo mismo, nos llevará siempre a los mismos resultados: cada vez más con más deudas y sin empleos genuinos o ingresos para honrarlas.

About the author

Irene Gimenez

Irene Gimenez, analista internacional. Es abogada con maestría en economía y ciencias políticas. Su especialidad es el análisis económico del derecho. También tiene especializaciones en temas financieros, tecnología y globalización. Su preferencia hoy día es analizar el impacto de los desarrollos bajo tecnología Blockchain y el impacto que ello generará en las próximas décadas.

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