Los efectos del virus gubernamental, más dañino que el actual que abrió las puertas del primero, perdurarán por generaciones.
Los actos de gobierno o gobernanza deben estar basados en la ley vigente e, idealmente, esa ley debe ser sana y no como la prostituída que tenemos en nuestra Constitución estatista; la cual, por ser incumplible, termina siendo no sólo ignorada sino promotora del mal de discrecionalidad que la misma Constitución prohíbe. Pero, más allá, deberíamos estar conscientes de que los actos de gobierno tienen efectos sobre el comportamiento social; y típicamente, esos cambios de comportamiento actúan sobre las tomas de decisión de los actores de mercado en el sector privado.
En nuestro caso, en Panamá, los cambios de conducta por parte del sector privado emprendedor, han sido, en gran medida, del lado de la perversión a raíz de una gobernanza que pare leyes como el manzanillo sus frutos venenosos. Un caso ilustrativo, aunque no directamente asociado a lo que señalo, lo tenemos en los mandatos de máscara. Anoche veía un reportaje de un médico virólogo hablando de la inmensa cantidad de gérmenes detectados en las máscaras que obligadamente usan los niños en las escuelas y tal. ¿Acaso fue eso parte del propósito de obligar el uso de máscaras sin mayores limitaciones? O ¿es que el verdadero propósito, en buena medida era uno de control?
En el caso de las coimas para poder conducir negocios, ¿se han puesto a seguirle el rastro a todos los cambios de comportamiento que ello ha producido a través del tiempo? ¡Claro que no!, pero les aseguro que esos cambios de comportamiento no han sido nada sanos. El ciudadano no puede usar máscara porque quiere, sino que es obligado y no hacerlo hará que te detengan y multen o electrocuten. En fin, el comportamiento humano frente a los mandatos gubernamentales es harto complejo y lo importante es no abusar del poder, de manera que se promueva el sano albedrío, de otra forma, el virus gubernamental ya queda inoculado. Y más preocupante cuando salen estudios que indican que el uso de máscaras es poco efectivo en la reducción de la transmisión del virus.
Otros aspectos de los mandatos covidosos ha girado en torno a las costumbres de movilidad; lo cual ha tenido importantes efectos en el comercio. Ya el tiempo nos dirá si los inconstitucionales mandatos gubernamentales fueron efectivos o, por el contrario, perjudiciales en formas que aún ni imaginamos. Está el caso de una amistad que caminaba por el Causeway con una amiga, un día de poca concurrencia. Iban sin máscaras, lo cual en el Causeway debería ser obvio. Pero, al pasar cerca a un restaurante, el agente allí les gritaba que se pusieran las máscaras. ¡A eso hemos llegado! En un patio del vecindario veo un empleado cortando la grama con máscara puesta.
A fin de cuentas, los efectos benéficos de la ordenanza del uso de máscaras habrían sido marginales; pero por otro lado los efectos negativos respecto a la auto determinación esencial en una sociedad, salió gravemente afectada. Luego, cuando uno arguye que en sitios como Suecia no fue obligatorio, salen los necios a decir que: “Alla la gente es más culta”. ¡Ajá! ¿Y cómo llegaron a serlo? Por los vientos que soplan por estos lares… ¡jamás!.
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